BSO nominadas a los Oscar 2016. Vol. 1

Ya se puede escuchar al señor Oscar tarareando las melodías de sus bandas sonoras preferidas del año. Dentro de poco, el día 28 de febrero, solo cantará una de ellas ¿Le ayudamos a decidir cuál?

Los odioso ocho – Ennio Morricone

Una vez soñé que Morricone volvía a colocarse el sombrero. Ese día me desperté silbando. Pero los sueños, como la muerte, tienen un precio. El de darse cuenta de que todo ha sido eso, un sueño. Un western tras otro esperaba ver cumplidas mis profecías musicales. Nada de nada. Mi última esperanza era un western de Tarantino. En fin, no es original, pero tiene mucho de Morricone. Consuelo de tontos. Sin embargo, algo ocurrió que me dejó perpleja: Los Odiosos Ocho.
La primera vez fue un poco decepcionante. Pero, ¿Qué es esto? ¿Un motivo de metal y batería repetido durante siete minutos? ¿Una venganza de Morricone por tantos años de robo y uso indiscriminado de canciones? Lo dejé pasar y esperé a que estrenaran la película. Confianza ciega en el compositor italiano.
Por fin llego el día. Se encendió la pantalla y apareció un enorme e impresionante paisaje nevado. Órgano y celesta convirtieron la blancura de la nieve en un lugar siniestro y casi fantasmal. El mismo lamento de la muerte. ¿Qué clase de western tenebroso nos espera? Tras esta pequeña obertura, ahí estaba el tema susodicho. Otra vez esa repetición que tanto me había desesperado. Pero ¡Oh sorpresa! Junto con ese Crucificado de madera abandonado en medio de la nada y con la atmósfera creada por la obertura, la música era, no solo perfecta, sino ¡increíble! Sí señor, ya lo decía el David O. Selznick de Lo que el viento se llevó y elefantiasis varias: “no estás estrenando un concierto, estás estrenando una película”. Qué razón tenía.
Pese a que la música no era omnipresente, mis orejas activaron el modo antena parabólica durante las tres horas. El silencio era también digno de escuchar. El viento, que en el western siempre ha traído la soledad del desierto, nos recuerda continuamente la tormenta de nieve, preludio de la que acecha en el interior de la Mercería de Minnie. Pura música aterradora.
Cada vez que volvía a aparecer la música, excepto por alguna que otra canción estilo Tarantino, mis tímpanos se meneaban de felicidad. Esa historia en la nieve narrada por el Mayor Marquis Warren. Introducida por un “Noche De Paz” al piano, al modo de esas melodías anempáticas típicas del spaghetti, y concluida con la tenebrosidad dada por la sonoridad tema principal. Ese momento del café misterioso, escapando de la tonalidad tanto como como el tono Tarantino de este western se merece. Tema digno de película de terror, acorde con la sangría pertinente. La canción de Daisy. Y ese final…se merecía un solmene y super americano solo de trompeta.

La experimentación de Morricone, que por algo viene de la música experimental, llega esta vez por otro lado. No busques a Sergio Leone, busca solo aquella libertad y confianza que el director italiano le dio para componer sus spaghetti y pásalo por el colador de un western tan especial, gigantesco y americano como el de Tarantino. El plato podría llamarse: Sinfonismo experimental de terror en el Oeste nevado a la Morricone. Sírvase bien frío y acompañado de las imágenes.
Nunca le perdonare a la academia lo de La Misión… esta vez hay ocho personajes odiosos apuntando con una pistola. Y les encanta la sangre.

Sicario – Jóhann Jóhannsson

Hay que tener un control increíble y unos nervios de acero para entrar a ver una película de Denis Villeneuve. Las uñas se clavan en los puños, las butacas, el compañero de al lado y cualquier sitio que encuentren. El sudor chorrea por litros. Las cervicales sufren con la tensión acumulada más que las de un costalero en pleno jueves santo. Los ojos se secan de mantenerlos abiertos. No. No es solo el director canadiense el culpable. Parte de la culpa de nuestra neurosis es de la música de Jóhann Johansson. Ya nos lo hizo en Prisioneros. Estábamos avisados.
Fan reconocida de Villeneuve. Mega fan indignada de Prisioneros. Persona que con más ganas se levantó aquella mañana soleada del Festival de San Sebastián para ver Sicario. Por consiguiente, seguidora de Jóhannsson. Un compositor que lo mismo te sorprende con la positividad de La Teoría del Todo, que te trae estos sonidos de pesadilla de Sicario. Y cuando digo pesadilla no lo digo por decir. Escuchar el tema “The Beast” y pensar en un Tiranosaurio Rex sediento de sangre rugiendo justo encima de tu cabeza no es una locura. Es la pura verdad. Si por tiranosaurio entendemos una redada asesina en plena frontera mexicana.
Percusión y ritmo que crecen progresivamente en intensidad y volumen, y te dejan pelados los cables hasta que el corazón amenaza con salirse o explotar. No hay otra salida. O para la música o nuestro encefalograma. Repetición es la palabra clave. Y cuando aparece la orquesta, mezclada siempre en la sala de edición, es para rematarnos. Se acabó. Nadie sale vivo de la frontera.
Una frontera cuya marca definitoria es el desierto. Un paisaje inhóspito y amenazante que la cámara de Villeneuve sabe captar como nadie y que Jóhannsson convierte en un personaje más. Lo convierte en algo terrorífico con sus percusiones y sonidos electrónicos (que no sintetizadores). Lo hace un lugar a evitar, lleno de muerte y podredumbre. Pero también transmite su soledad y tristeza. Porque el tema “Desert Music” es, ante todo, un lamento de la naturaleza por la situación fronteriza.
No sé qué sería de Sicario sin la música. Tampoco podría decir donde quedaría la música de Jóhannsson sin la película a la que acompaña. Otro gran ejemplo, como el de Los Odiosos Ocho, de una banda sonora compuesta con total libertad por parte del compositor, y concebida como debe serlo la buena música de cine: música e imágenes a modo de pack indivisible. ¿Podrá el sonido de la frontera mexicana intimidar a los académicos?

Continuará…

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