Crítica de ‘Maps to the Stars’, el nuevo film de David Cronemberg

Repasamos la extensa filmografía del maestro Cronenberg para analizar las influencias y motivos que le han llevado hasta ‘Maps to the Stars’, film que aterrizo en la cartelera española el pasado 6 de marzo.

Crítica de 'Maps to the Stars',

El veterano cineasta canadiense David Cronemberg puede jactarse de llevar una coherente deriva cinematográfica. Francotirador contra las modas políticamente correctas, comienza su andadura con una cierta experimentación, a través del cortometraje. El realizador debuta en cursando estudios de cine con los cortos Transfer de 1966, sobre la relación de un paciente con su psiquiatra y From the Drain, de 1967, sobre dos veteranos de un conflicto bélico que charlan sentados en la bañera de una institución mental. El visionado de ambos filmes nos hace concluir que el cineasta ya apunta maneras respecto a universos insanos y paranoides y a la predilección por la complejidad de la mente humana, que poblaran su filmografía posterior. En el campo del largometraje, el cineasta se presenta en sociedad con dos filmes absolutamente delirantes e inclasificables. El primero es Stereo (Canadá, 1969), donde unos apacibles estudios sobre sexualidad y telepatía en una academia canadiense, se van transformando en un festival psicodélico y de violencia inesperados. El otro es Crimes of the future (Canadá, 1970), que narra cómo en un futuro más o menos próximo una plaga que se origina por unos productos cosméticos distribuídos desde una clínica dermatológica, conocida como House of Skin (la Casa de la Piel), diezma la población femenina mundial.

Cronemberg realiza a continuación una serie de filmes alimenticios para la televisión canadiense, que contribuirán a su formación, y su peculiar sentido el terror sobresale en una serie de películas inquietantes, muy modestas, pero firmemente resueltas, que poblaron las carteleras a finales de los años setenta y principios de los 80. Cronemberg se consolida en su oficio con una serie de films centrados en los efectos de ciertos experimentos macabros y siniestros. Hablamos de películas como Vinieron de Dentro de … (Shivers, Canadá, 1975), donde unas criaturas parásitas creadas artificialmente por un científico, convierten a aquellos seres en los que se introducen, en criaturas sedientas de sexo y desprovistas de criterio, que van, a su vez, contagiando a otros. En Rabia (Rabid, Canadá, 1977) una mujer (la estrella de cine porno Marilyn Chambers) al someterse a una cirujía experimental, desarrolla un gusto por la carne humana y por la sangre, provocando una legion de seres que devoran a otros, que se extiende rápidamente en la ciudad donde vive. En Cromosoma 3 (The Brood, Canadá, 1979), el terapeuta Hal Raglan (Oliver Reed) utiliza a varios niños y a una mujer para una serie de experimentos macabros, con espeluznantes consecuencias. Scanners (Canadá, 1981) sigue a un grupo de seres humanos con poderes telepáticos que les permitirían el dominio del resto de la humanidad. El enfrentamiento de un padre y un hijo en opuestas esferas de poder, condiciona el devenir del relato, cuyo conflicto incide en la forma de vida en la tierra.
Cronemberg en el rodaje de Maps to the Stars
Cronemberg en el rodaje de Maps to the Stars

Maestro del cine más oscuro

Con filmes como Videodrome (Canadá, 1983), su particular remake del clásico de los años 50, La Mosca (The Fly, EEUU, 1986), que supondrá su debut en Hollywood, Crash (Canadá, 1996), sobre una obra de J.M. Barrie, o Existenz (Canadá, 1999), el cineasta sobresale, de modo evolutivo, en la descripción de unas historias complejas, donde sus patológicos protagonistas desarrollan una turbadora fusión de la carne humana con la tecnología. El mestizaje del ser humano con lo audiovisual, el teletransporte que literalmente fusiona al hombre con una mosca, los videojuegos cuyos puertos de conexión parten literalmente del propio ser humano, o un grupo de personajes que se excitan sexualmente en lugares donde acaban de ocurrir fatales accidentes de tráfico, componen un crisol muy especial de filmes dotados de una personalidad y de un universo muy particular, gusten o no.
Cronemberg, en perfecta consonancia con su trayectoria, trascendiendo del género de terror que lo dio a conocer y consolidó, ha sentido cierta fascinación por la exploración de determinados estados mentales y de mundos paralelos al aparentemente real, muchas veces anclados en la compleja psique de sus protagonistas. En este sentido, destacan filmes memorables como Inseparables (Dead Ringers, Canadá, 1988), El Almuerzo Desnudo (The Naked Lunch, Canadá, 1991), sobre una obra del complejo escritor William Burrough, Spider (Canadá, 2002), o Un Método Peligroso (A Dangerous Method, Reino Unido, 2011). En estos filmes la obsesiva unión de dos hermanos gemelos, puesta en peligro con la llegada de una joven; las experiencias de un exterminador de insectos convertido en escritor, en un universo plagado de sustancias tóxicas y del imaginario colectivo; la vida cotidiana en el East End londinense de los años 60, vista desde el punto de vista de un enfermo mental; o la relación a tres bandas entre el psiquiatra Carl Jung, su mentor Sigmund Freud y la paciente, y luego también terapeuta, Sabina Spielrein, son diseccionados por la meticulosa mirada de su autor.
Con estas obras, conviven otros trabajos, donde unos personajes particularmente obsesivos, experimentan ciertas catarsis vitales. A este grupo de filmes pertenecen M Butterfly (Canadá, 1993), Una Historia de Violencia (A History of Violence, EEUU, 2005) o Promesas del Este (Eastern Promises, Reino Unido, 2007), tres filmes absolutamente memorables, que complementan una fascinante filmografía. 
Algunos de los films mas destacados de Cronemberg
Algunos de los films mas destacados de Cronemberg

Cosmópolis e Influencias

En Cosmópolis (Cosmopolis, Francia, Canadá, Portugal, Italia, 2012), basada en la novela de Don Delillo, Cronenberg realizó una historia contemporánea ambientada en el Nueva York del movimiento Occupy Wall Street (ocupa Wall Street). Anclada en la realidad del momento, Cosmópolis constituye un tratado de pasmosa actualidad sobre la caótica situación que vivimos en estos días extraños, que diría el músico y poeta Jim Morrison, como consecuencia de una guerra en forma de crisis económica. Este microocosmos es el caldo de cultivo perfecto para almas desesperadas como la de Eric Parker (un apropiado Robert Pattinson, con deliberado aspecto asexuado, que acentúa la antipatía que desprende su personaje, cabron-rico-culpable-de-la-crisis), un joven broker insultantemente multimillonario (posee un avión de guerra ruso, adquirido en el mercado negro a un traficante de armas belga, al precio de ganga de 31 millones de dólares, inutilizado en un hangar de Arizona, necesitado de ciertas piezas ilocalizables) infelizmente casado (hace solo dos semanas) con una joven bellísima, de familia tan multimillonaria como él ( la actriz Sarah Gadon). Eric, envuento en una especie de “coraza” en forma de limusina (donde se crea un peculiar micro-ciber-sexi-cosmos), recorre la ciudad, empeñado en hacerse un corte de pelo en las dependencias de su peluquero de confianza, en medio de la polémica visita del presidente de EEUU, de crecientes y violentas manifestaciones antisistema y de anunciados atentados contra su vida. Las calles de la ciudad bajo el prisma de Cronemberg constituye todo un universo en ocasiones cuasi-apocalíptico, que nos hace pensar en ambientes magistralmente creados por cineastas como John Carpenter, y curiosamente recurrente en cohetáneos trabajos de cineastas tan antisistema como Abel Ferrara, Lars von Trier o Leos Carax.
El cineasta canadiense David Cronemberg ha filmado su peculiar travesía por el Mapa hacia las estrellas en Los Ángeles, el epicentro de la industria de Hollywood de la que tanto ha escapado en sus años de carrera (Cronemberg rechazó tomar las riendas de Alien 3 o Desafío Total, entre otros films de éxito) y propone una demoledora sátira de ese género conocido como “cine dentro de cine”.
Una de las primeras miradas introspectivas que realizaría la propia industria a través de un film es Espejismos (Show people, EEUU, 1928), de King Vidor, cineasta excepcional y tan famoso en su tiempo como lo es estos días por ejemplo, Steven Spieleberg. Un formidable clásico mudo, dinámico, muy entretenido, con un exquisito sentido del equilibrio entre la comedia y el drama. Hollywood empezaba a ser consciente de que el público estaba sediento de ver cosas nuevas. El año anterior el cine sonoro lo estaba cambiando todo. El Cantor del Jazz (The Jazz Singer, EEUU, 1927), de Alan Crosland, era el largometraje responsable. 
Un paso adelante lo constituye la obra maestra Crepúsculo de los dioses (Sunset Bulevard, EEUU, 1950), de Billy Wilder. Al revisionismo e introspección del cine desde su propia industria, se le añade un componente de film noir con una trama criminal, que comienza con el protagonista, el guionista y gigoló Joe Gillis (William Holden) muerto flotando en la piscina de una lujosa mansión, narrando su historia en un macabro flashback. Una película sensacional, amarga, implacable, que, como el buen cine, no sólo se conserva, sino que incluso mejora con el paso del tiempo. Wilder y sus guionistas, colocaban con mucha sabiduría, el dedo en la llaga sobre las consecuencias y el devastador efecto del paso del tiempo en la vida de una diva del ya caduco Hollywood silente, Norma Desmond (magnífica Gloria Swanson), que no se resigna a la evolución de la industria, anclada en unos tiempos pretéritos que jamás volverán.
En esas miserias humanas desarrolladas en las grandes mansiones de lujo con enormes piscinas, se encuentra el germen del atractivo punto de partida del libreto escrito por el guionista y escritor Bruce Wagner para confeccionar su particular cartografía de las estrellas, que se convierte en un instrumento preciso de navegación, en las seguras manos de David Cronoemberg.


Maps to the stars

En Maps to the stars, aparte de recuperar a Robert Pattinson como chofer de limusinas (su nombre es Jerome Fontana y, por supuesto, es aspirante a actor y guionista, manifestando en un momento determinado su intención de convertirse a la Cienciología porque opina que será beneficiosos para su carrera), Cronemberg vuelve a narrar, esta vez en clave de humor negro, un universo putrefacto y paranoico. Los personajes principales se refugian, en lugar de en vehículos de lujo, en zonas residenciales aparentemente de ensueño, convertidas lugares donde han ocurrido y ocurren cosas terribles y que sirven de residencia a seres que ejercen unas vidas ficticias, maniatadas por la dependencia al éxito, al logro de ingresos a cualquier precio, que incluye la rentabilización de sus propias desgracias, y a mantenerse en el candelero de actualidad desesperadamente. En este mapa humano tienen cabida jovencitas pirómanas, adictos al alcohol y a sustancias estupefacientes, incluso antes de tener la edad legal permitida para probarlas, gurús que imparten dudosas terapias, que más bien parecen ritos de exorcismo, fiestas plagadas de alcohol y drogas (donde se cuenta que incluso los excrementos de los famosos se venden a los incondicionales fans) y fantasmas de seres fallecidos en el pasado, o completamente imaginarios, que comparecen para torturar a quienes los ven.
Julianne Moore en Maps to the Stars, soberbia ¡Como siempre!
Julianne Moore en Maps to the Stars, soberbia ¡Como siempre!
Efectivamente, el Hollywood que diseccionan Cronemberg y Bruce Wagner (que, como Fontana, fue chofer de las estrellas en Los Ángeles), es un drama coral, que comparte con el Juego de Hollywood (The Player, EEUU, 1992), de Robert Altman, un retrato de ambición desmedida y un mordaz e implacable punto de vista en su tratamiento de la industria del cine. Para el cineasta canadiense, Hollywood es un lugar donde las estrellas son seres cuyas inseguridades, miedos y remordimientos de conciencia, proyectan la visualización de siniestros fantasmas. Un Hollywood, en definitiva, que no desentona con el entorno de otras turbadoras propuestas del cineasta canadiense y que, de algún modo, explica la repulsión que supone para el realizador el modelo de cine que representa ese lugar.

Havana Segrand (excelente Julianne Moore, ganadora del premio en el festival de Cannes 2014 a la mejor actriz), es una actriz madura, insegura, limitada y poseída por la visión del fantasma de su madre, la actriz Clara Taggart (interpretada por Sarah Gordon), una figura de culto fallecida prematuramente en un incendio. El espectro se le aparece a Havana para recordarle lo patética que es, no sólo al querer seguir los pasos de su madre, sino al contar a su terapeuta unos traumas derivados de sucesos que no ocurrieron. Segrand pretende interpretar el papel que consagró a su madre, en el remake del filme Aguas Robadas (por la que Clara fue nominada al Oscar, que no ganó, pero sí el Globo de Oro). Los productores le adjudican el goloso papel a la actriz rival Azita Watchel (Jane Heitmeyer), aunque la trágica muerte del hijo pequeño de ésta en una piscina, precipita la obtención del ansiado papel por parte de Havana, que baila con su asistente en el jardín de su mansión, contenta por su logro.

Robert Pattinson repite a las ordenes de Cronemberg
Robert Pattinson repite a las ordenes de Cronemberg

Agata Weiss (Mia Wasikowska), es una joven a la que conocemos llegando en autobús a Los Ángeles, como tantas jóvenes todos los días desde que la ciudad alberga la fábrica de los sueños. Esta joven conoció a Carrie Fisher a través de Twitter y desarrolla con ella, dice, un guión que puede ser de una película o una serie para la HBO. Fisher es famosa en la industria, no sólo por su papel de la princesa Leia en la saga galáctica creada por George Lucas, sino por ser una reputada guionista. Concretamente, sin figurar acreditada, es contratada para pulir y resolver los callejones sin salida narrativos de los libretos más complejos. Agata quemó en su día la casa donde vivía con sus padres, Stafford y Christina Weiss (John Cusack y Olivia Williams, respectivamente), y acaba de salir del sanatorio donde se le trató su piromanía criminal, que le provocó quemaduras en su cuerpo y una parte del rostro, que oculta con su cabello. Stafford es terapeuta de las estrellas y escribe un libro donde fusiona sus técnicas de terapia con sus memorias. Olivia, por su parte, está consagrada a la carrera del hijo común Benjie (Evan Bird), un engreído adolescente de 13 años que acaba de salir de una clínica de desintoxicación, por lo que está en el punto de mira de los productores que han dado luz verde al rodaje de la secuela de una franquicia de éxito. Benjie, como Havana, ve visiones. Ve fantasmas. En su caso, es una chica muerta de su edad, que le habla y le reprocha su mediocridad y le presenta en la piscina de su casa al hijo muerto de Azita Watchel.

Unos ingeniosos diálogos, una fotografía luminosa, que retrata con detalle esas enormes zonas residenciales diseñadas para vivir vidas idílicas y una puesta en escena carente de golpes de efecto visuales, acentúan la más absoluta falta de conexión de los personajes con la realidad, ávidos por vivir y experimentar “el gran sueño de Hollywood”, pero que realmente sufren “la gran pesadilla americana”.

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