Malavita: Una Familia Peligrosa [Crítica]

Crítica de la película "Malavita" de Luc Besson
Luc Besson, el director francés de películas como “El quinto elemento” y “León, el profesional”, nos trae en esta ocasión “The Family”, rebautizada para Europa como “Malavita” (libro homónimo en el que está basada, escrito por Tonino Benacquista) y como “Una familia peligrosa” para Latinoamérica.
La trama se centra en la “familia Manzoni”, cuya cabeza de la misma es “Giovanni” (Robert De Niro), quien declara en contra de la familia de “Don Luchese” (Stan Carp), quedando de esta forma proscrito de su círculo mafioso e inscrito en el ‘Programa de Protección a Testigos’.
Después de varias fallidas intentonas por establecer a los “Manzoni” en algún lugar, dicho ‘Programa’ dirigido por el oficial “Robert Stansfield” (Tommy Lee Jones), decide trasladar a esta familia a un pintoresco pueblito de Normandía, al norte de Francia, para que recomiencen su vida y se alejen de una vez por todas de sus antiguos hábitos criminales.

Pero bien se dice por ahí, que “árbol que nace torcido, jamás su rama endereza” y eso es lo que le ocurre a cada uno de los miembros de los “Manzoni” (ahora rebautizados como la “familia Blake”, para su protección). Comenzando con “Fred” (antes “Giovanni”), quien tumba con un bate de béisbol a un fontanero francés por aplazar la reparación de la tubería y aparte por pedirle un pago por adelantado para hacerlo. Y “Fred” justifica su acción pensando a la usanza de Al Capone, quien solía decir: “Es mejor pedir las cosas suavemente con un ‘bat’ en la mano, que sólo pedirlas suavemente” (Y aquí ya encontramos una pequeña referencia a un personaje que interpretó De Niro con anterioridad, precisamente el de “Al Capone” en “Los Intocables de Eliot Ness” de Brian De Palma en 1987; más adelante encontraremos otra resaltable curiosidad cinematográfica de esta índole).
Continuamos con “mamá Blake”, “Maggie” (Michelle Pfeiffer), personaje trazado con nuevos bríos, alejado del patriarcado mafioso a la italiana, quien toma decisiones por sí misma y puede hablarle sin cortapisas a su marido, en una interpretación que realiza muy bien Pfeiffer (todavía atractiva, a pesar de una que otra arruga que se le asoma), pero que por el tono cómico de la película, queda acartonado. Se estanca en una simple caracterización inmediata que sale a relucir en su visita al mercado de víveres del pueblo, cuando tres lugareños comienzan a hablar a sus espaldas criticando el gusto de los estadunidenses por la crema de cacahuate, a lo que “Maggie” les responde con un tanque de gas, aceite para cocina y un fósforo encendido, haciendo estallar el lugar casi por completo. ¡Qué manera de aleccionar a la gente!
Los dos hijos, “Belle” (Diana Agron) y “Warren” (John D’Leo), también se encuentran en las circunstancias de adaptarse a su nuevo entorno francés. “Belle”, molestada por algunos chicos, no duda en poner en práctica el talento que por genética le fue heredado: golpear sin misericordia al prójimo. Y así lo hace con un muchacho que se quiere pasar de listo con ella (le pega con una raqueta de tenis) y también con una chica de tendencias góticas que le roba su bolso (a ésta se la agarra a puño limpio).

Por su parte “Warren”, se revela como todo un “pequeño Padrino”, pues a los pocos días de haber ingresado al liceo francés, ya es acusado de robo, extorsión y maltrato de personas. Hasta llega a compartir el ‘mercado negro’ de los cigarrillos en el colegio con la chica gótica (la que curiosamente golpea su hermana) a partes iguales: 50-50. Toda una monería de familia. Como diría un personaje de antaño de la televisión mexicana (Pompín Iglesias): “¡Qué bonita familia, qué bonita familia!”.

Besson tiene el acierto de poner los clásicos estereotipos de la mafia italiana en el resto de los integrantes de la “familia Manzoni” (la mujer y los dos menores). Refrescando en parte el tema y teniendo campo abierto para las situaciones de humor negro que se presentan a lo largo del film. Lo que viene a reducir sus puntos a favor es la cuestión del personaje de De Niro, “Giovanni/Fred”. Atrapado por su propio mito, De Niro no puede alejarse, por más que quiera, de esos memorables (por distintas razones) personajes que ha interpretado a lo largo de su carrera. Ya no se sabe a ciencia cierta si está interpretando a “Vito Corleone” (de “El Padrino. Parte II”), a “Jake La Motta” (de “Toro Salvaje”), a “Max Cady” (de “El cabo del miedo”) o a “Sam Rothstein” (de “Casino”), sólo por mencionar algunos ejemplos. Y es algo, también se entiende, que resulta ya prácticamente imposible (por la misma grandeza con que interpretó a esos personajes de antaño) cuando se involucra en estas temáticas fílmicas que incluyen mafia, violencia y distorsión psicológica.

¿Entonces por qué De Niro sigue implicado en esta clase de proyectos? La respuesta es simple: por que la gente sigue respondiendo en la taquilla. No como antes, no obstante el nombre “Robert De Niro” sigue vendiendo. A Luc Besson fue lo que le interesó. Tener ese nombre en su película, en lugar de haberse arriesgado (y tal vez ganar más en otros aspectos) con otro actor y haber propuesto un refrescante film en todos sus renglones.
En contraparte, tiene dos puntos a favor la inclusión de De Niro en esta película:
1.- La palabra “fuck” (carajo, diantres en español o la acepción más cercana que a ustedes les parezca mejor). Casi haciendo apología de este vocablo, “Giovanni” puede interpretar emociones distintas con sólo pronunciarlo: si un plato de pasta le gustó, si está en un aprieto o si le cae encima su casa por un bazukazo cortesía de un enemigo de la mafia. Circunstancias que aunadas a la simple pronunciación de “fuck” sí terminan por ser divertidas.
2.- El visionado que realizan de “Uno de los nuestros” de Martin Scorsese (curiosamente uno de los productores ejecutivos de “Malavita”). El agente “Robert Stans field” acompaña a “Fred” al club de cine del pueblo, pues ha sido invitado por lo lugareños para que emita una opinión, ya que los habitantes más cinéfilos se reúnen una vez al mes para hablar de sus películas favoritas, aparte de visionarlas. Y resultan agradables, por nostálgicas, las líneas que se dicen uno al otro, tanto Tommy Lee Jones como el mismo Robert De Niro, cuando Tommy le comenta: “No quiero ver tus videos caseros” (je, je) y De Niro le replica: “Te gustarán, te lo garantizo” (je, je, ¿y a quién no, Robert? Pues estuviste genial, monstruoso en aquella épocas).

Me encantaría que Robert De Niro siguiera brindando aquellas inolvidables actuaciones, sin embargo ya son otros tiempos y muchas cosas han cambiado desde entonces. Y Luc Besson así lo ha entendido, pues incluyó a De Niro por cuestiones mediáticas y de taquilla. Besson demuestra su experiencia como cineasta, ya que la película sí resulta un buen vehículo de entretenimiento por 111 minutos, pero nada más. El francés apuesta por los nudos llenos de comicidad negra y de acción que propone en la película. Y funcionan. Son divertidos. Pero hasta ahí. La trascendencia de “Malavita” recae en la nostalgia que provoca, tanto por las referencias mencionadas (sobre todo la del punto 2) como por lo que significa ese incomparable nombre de la cinematografía del siglo pasado enmarcado en estos temas: el ‘toro salvaje’ de la actuación de ese entonces, Don Robert De Niro.

Malavita (The Family) se ha estrenado en México (ciudad donde reside nuestro compañero Edu Bustamante) como «Una Familia Peligrosa», y en España habrá que esperar al 15 de noviembre para poder verla.

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